- 1 -

“¿en qué estrella estará?”
me lo preguntaban a diario, se lo preguntaban todo el tiempo.
Nadie podía responder con total acierto.
Por si acaso, nos hacíamos reservas en sobrecitos de papel para los meses del año próximo. En diciembre nos habíamos fumado mayo, en enero fulminábamos agosto.
¿En qué estrella estaríamos?
Nos imaginábamos saliendo de los cuerpos, riendo a carcajadas con cualquier estupidez, entre bailes totalmente absurdos, carentes de sentido; estábamos enganchados de verdad. Para terminarme el café me he hago otro de chocolate, me ayudará a bajar la marihuana.

Me escribo una lista de cosas que hago. En una libreta, quiero apuntar las cosas que hago. Voy a clarificar mi mente, poner mis ideas en orden. Voy a saber cuáles son mis prioridades.
Por la ventana han dicho que no era una broma, aunque estemos a 28 de diciembre.
No sé si me lo creo...
parece que ayer el día duró dos segundos más de lo normal
24h 00’ 02’’
Es raro. Hay un científico hablando, mi teoría es que no sabe lo qué pasa, pero se lo inventa. Yo antes también era inventor, ya acabé. Cesé la idea de inventar cuando descubrí las infinitas posibilidades de facilidad que me ofrecía el descubrimiento. Me encantaba descubrir, ya no necesitaba esperar, y si lo hacía disfrutaba del paseo. Era un súper-hombre, una mierda total, una cosa de verdad, nada más que averiguar...
Ahí está el presentador hablando con otro teórico que lo confirma: hace 12 días que la Tierra empezó a frenarse.
¿¡¿QUÉ?!?
No entiendo nada. ¿Se están volviendo locos de verdad?
No, ya lo están mucho desde hace tanto...
Yo más!!
O no, quizás no...
No, yo no estoy loco, más bien soy bastante normal.
Normal.
Un descubridor normal que ya ha dejado de inventar.
Que broma más buena, que la Tierra se está frenando, claro, por el efecto hiberdadero, será... supongo...
Ha! Me vuelvo a encontrar de puta madre. La mierda esta del sargento está buenísima, de lujazo! No sé quién soy de verdad. Perfecto, mi otra realidad, otra cualquiera, la que venga. Me pregunto en qué estrella estará...
¿no tenía que escapar?
No, tranquilo, aún me queda aire libre... Bien.
Me hablabas de la Tierra.
Sí, se está frenando, lo han dicho por la ventana, y no es una inocentada, porqué ha salido en distintos canales, y no creo que estén tan organizados como para ponerse de acuerdo entre ellos y hacer una broma conjunta. Además también lo han dicho por la modulada, lo he oído, y la net va llena de ello... Mierda! Tengo que encontrar una solución ¿Dónde está el problema? Mierda!! No recuerdo el problema! Lo inventaré.
¡No! espera... el inventor se fue...
Mejor que baile otra canción


- 2 -

Claro, no había que imaginar mucho más para conocer la realidad, la continuación estaba servida.
Pasaron cinco días y se confirmó, la Tierra estaba frenándose, lentamente, pero el movimiento de rotación sobre su eje se estaba desacelerando, y apostaban a que no tardaría a empezar a pararse también su órbita alrededor del sol, lo que llamaban el movimiento de traslación.
Antes de ayer, el último día del año, fue también el día más largo del 2007.
Duró exactamente 24 horas, 0 minutos y 14.3 segundos, 3.8” más que el día anterior.
Nuestro planeta se para.
Yo me quedo en casa y fumo chocolate.
Me encanta, y además sabiendo que ahora me voy a hacer otro...
También me han recomendado lidocaína y tetracepán.
Vale!
Yo estoy bien, perfecto.
¿En qué estrella estaré?
Me suena haber escrito una lista, no sé dónde estará.
Creo que hay algo que hago, hacía, o hice, no lo recuerdo, pero sé que me propuse ordenar mi vida, re-organizarme, volverme a encontrar. Suerte que he descubierto otra reservita escondida en un viejo huevo kinder al fondo de un cajón, entre piedras y planetas. Y bolas de cristal.
Ahora dirán cuánto ha tardado hoy la Tierra en completar su vuelta diaria sobre sí misma. Ahí van:

2 de enero del 2008: 24h 00’ 26.13”

Y lo bueno es que nadie se lo explica, ni lo habían previsto, ni nada. Se han reunido científicos y astrónomos de todas partes, y no entienden qué demonios está pasando. Pueden reconocer que la Tierra se para, pero no saben por qué, si es que el planeta está cambiando su ciclo cósmico, o que dios se ha cabreado, o por el calentamiento global... Quién sabe... La desaceleración es progresiva, o agresiva, o no sé qué han dicho. Hasta el momento cada día ha tardado un poquito más, y pronto pueden empezar a notarlo muchas plantas y animales. Como nosotros, los humanos, animales normales.
Yo de momento me encuentro bien, a ver qué pasa.
Espero no desestabilizarme demasiado y empezar a preocuparme.
No, yo estoy bien, perfecto.
Tal vez sólo haya un cambio cósmico molecular del universo, o algo así, y simplemente a partir de ahora los días tendrán 25 horas, como tanta gente pedía a gritos desde hace tanto tiempo...
ó 26...
No sé
Me acabo esto y voy a comer algo.
¡Me muero de hambre!



- 3 -

Ya no era un vicio, era una necesidad real. No sé cómo explicarlo, era como comer, me resultaría imposible vivir sin marihuana. Salí al jardín, escuchando música de bongos y un piano suave que se desvanecía entre el olor de leña quemándose.
No perdíamos el tiempo.
Estábamos despiertos.
Los ojos abiertos.
La Tierra se frena.
Me fumo un carajo.
Hoy lo he recordado.
Sí, ahora estoy seguro.
No llegué a escribir la lista, pero la escribiré. Quizás lo primero que ponga sea flipar, porque lo hago mucho, aunque creo que la idea original se refería a cosas más prácticas, proyectos que tenga, o ambiciones. No, mejor soluciones. Sí. Tampoco recuerdo muy bien cómo lo hacía, pero me suena que a veces pensaba en alguien, una mujer, creo. Aunque aún no la conocía.
¿En qué estrella estaría?

Está previsto que esta noche, cuando den la información, se confirme que hoy habrá sido el primer día de la historia y la prehistoria conocida que habrá durado más de un minuto más de lo normal. El tiempo de ayer fue 24h 00’ 47.54”
Si la desaceleración sigue su progresión progresiva, hoy se llegará al minuto.

Ahí está, confirmado: 5 de enero, 24h 01’ 03.34’’

Impresionante.
Me parece perfecto!
Alguien me ha pedido un poco de polvos talco, y se los he prestado. Ahora tengo miedo de que le guste y se vicie, como me ocurrió a mí, porque cuando estás así no sabes cómo pararlo. No sé si lo quiero dejar, creo que no, pero tampoco puedo sentirme bien sabiendo que otra persona podría engancharse al talco por mi culpa. O gracias a mi... A través mío, en cualquier caso. Sería ya la segunda persona en menos de una semana. Porque no hace ni cuatro días el otro también me pidió, y aunque no lo ha vuelto a hacer, no me extrañaría que en mi ausencia hubiese aprovechado para entrar en mi habitación y servirse él mismo.
Me parece perfecto.
Esta noche pasan los reyes.
A ver qué me traen.
Les pediría otro minuto.



- 4 -

Te vi llegar, me sorprendiste. No sé si me ocurría o si sólo te soñé. Parecías de verdad, tan guapa y tan real, no te esperaba, serías tu? Que extraño me resultaba saberte tan cerca y tan lejana a la vez, soñándonos en desconocidos lugares atemporales, amándonos para después no recordar nada... Te deseaba. Te necesitaba. No, nada de eso, te envidiaba. Lo sé, no lo podía evitar. Aunque en realidad quizás sólo quisiese saberte conocer como querías. Te quería averiguar por lo que me fascinaba tu elegancia en tu normalidad, tu dejarte aprender con tan fácil agilidad. Yo, con mi fragilidad, no quería pensar más en ti, pero me daba igual y me dejaba inundar por tus lágrimas resbalándose por mis párpados apretados a los tuyos y te beso, me escalofrío, te aprietas fuerte contra mí, me muerdes los labios, la oreja, nos vamos a la otra dimensión con toda la intención y olvidándonos porque sí de los sueños que se fueron y no sabemos en qué estrella estarán, nos amamos. Y aunque esa podría haber sido mi respuesta más natural, preferí preguntarte por un pez.

No tardaron ni dos días en traerme el minuto que les pedí.
¡Esos reyes sí que son unos bromistas!

7 de enero: 24h 02’ 23.45”

Lo mejor sería empezar a tomármelo en serio y pensar en hacer algo. Se me había acabado el papel de fumar. Podría plantearme lo de la lista otra vez. O mejor aún: me haría un mapa. Pero en directo. Y no de un sitio, no... de un tiempo. Sí, de mis días y mis noches actuales. Un mapa de mi vida. No del futuro, sino del pasado. Un mapa del presente. Y con una rápida mirada a la pared de mi habitación podría reconocer el paso que había seguido mi camino. Y si necesitaba un papel de fumar me giraría a la derecha con un voraz movimiento circular de mi silla giratoria y cogería uno al azar de los más de tres o cuatro paquetes que tendría colgados ahí, en la pared, entre mi mapa, el mapa de mi vida. Me ayudaría, me acompañaría, me enseñaría lo que ocurrió en realidad.

Realidad, otra vez. Menuda palabra. ¡Que se frena, que se para! Eso es un planeta, sí señor, con sorpresas preparadas para sus desconcertados habitantes. Un planeta bromista, diría yo, claro que sí. ¿Que se me quieren cargar? Pues tranquilos, amiguitos, que aún no han visto nada. Ahora me paro, ¿qué pasa? ¿Algún problema? Cómo si se me antoja desaparecer, volver a la nada de la que salí, ¿y qué?

Me han ofrecido rapé y he aceptado encantado. Creo que ya había tomado alguna otra vez, no lo recuerdo. Lo de la lidocaína y el tetracepán se me sigue apareciendo como apetecible pero aún no me he visto capaz, ni he tenido opción alguna.

Mejor.

Voy a cenar.


- 5 -

¡Que días más raros!
Me siguen aluciando, continuo desconcertado.
¡Qué hago yo aquí?
¿Qué demonios pasa, quién coño soy?
No sé, hay momentos en que creo que me gusta preocuparme, lo necesito. Como si mi cuerpo estuviera acostumbrado al tipo de sensación que me produce estar intranquilo, ansioso, aunque sea sin saber por qué, sin ninguna razón clara aparente, ningún motivo. Pero me gusta, sí, seguimos así.
Y si seguimos así, se para de verdad.
Además, hoy han dicho que dentro de diez días, el 21 de enero, tendríamos que entrar en Acuario, pero que quizás no entremos hasta el 24 ó 25, este año.
O sea que se confirma que no es sólo el movimiento de rotación que se frena (el tiempo de ayer fue 24h 06’ 47.12’’), sino también el de traslación, el que lleva a la Tierra a girar alrededor del Sol. Bestial. Y los minutos caen cómo moscas, en la net se hacen apuestas de cuándo se llegará al cuarto de hora, cuándo a la media hora, y cuál será el tiempo del día de hoy. El que más se aproxime entra en el sorteo de un viaje, la vuelta al mundo, y mira que yo no hago esas cosas, pero llegará el día en que las haga.
¿Cuándo llegará el chocolate?
Estamos secos.
Con el talco lo llevo mucho mejor. Hoy mismo sólo me he puesto tres veces, y voy intentando no despistarme, estando por la axila muy a menudo, que la humedad no tenga tiempo de afincarse e irritarme crudamente, como ya me ha pasado. Si la mantengo bien sequita, me encuentro mucho mejor y no me duele tanto, casi ni lo noto.
Mira, justo ahora me llega un poquito de bellota, bellotita de la buena, ¡bien!
Que buena suerte, la mía. La necesitaba, esta bellota, como sé que te necesitaba a ti, belleza de las noches y los días, y más que te necesitaré, creías que no me acordaría, y aún te siento aquí, en mí, caperucita de los dulces sueños desaparecidos, aquí...
Si no vienes pronto a buscarme, puede que salga a encontrarte yo, pero ya sabes que dejé lo de inventar, y el buen descubridor por nada se va en busca de nada, se limita a esperarte, concentrarse y dejarse llevar por los sonidos que ya nunca dejará de escuchar, los olores que jamás olvidarás, los mecanismos de defensa que por fin algún día destruirás...

En el mapa he visto una tarjeta. Es como de plástico, blanca, con unas letras doradas inyectándose naftalina en la superficie de tan deformada estructura molecular. Tengo mis dudas. Y frío, débome calentar. Enchufaré la estufa de gas. ¿Conozco yo a esa mujer? Porqué el nombre que aparece con letras doradas en la tarjeta es un nombre de mujer. Lucía Coello Fernández. No recuerdo haberla conocido, ni en qué estrella pude haberla presentido, ni en qué momento esa tarjeta fue colgada ahí, al lado de mi deneí.
¿Qué hago yo ahí?
Puede que sí, que tengan razón.
Al final tendré que escaparme, salir otra vez al jardín y que me cojan entonces y me digan lo que quieran, sobre sus cosas, sobre lo que yo soy, sobre lo que debo hacer y lo mal que hago todo lo que hago, que digan, que digan tonterías que yo no les escucharé. Ahora sólo escucho pajaritos que me silban, bombonas de gas que me saludan y discos duros que se quejan; jamás podré hablar de según qué con según quien, lo sé...
Me encuentro un cigarro entero y me enrollo esa bellota buena.


- 6 -

Muy buena idea, divertirnos.
Sino fuera porque ya no sabemos hacerlo...
¿O quizás sí...?
Me resulta complicado entender mi comportamiento.
Me gustaría salvar a mi reina de un peligro infernal, llevármela a la vuelta de la esquina, fuera del alcance del extraño mal que nos intenta aplastar, desaparecer de sus afiladas pezuñas que no paran de dar zarpazos al aire, pero nos escapamos porque he visto un río, me río y nos zambullimos, el ave feroz no puede seguirnos, le teme al agua, y con la herida que le hice en su ala no consigue volar, corremos por el bosque, por instinto corremos y corremos hasta la asfixia, nos detenemos, resoplando, agonizamos de cansancio pero nos miramos, tu sonríes, te acercas, ¿te conozco? me dibujas un beso huidizo en los labios, te giras y te vas a través del compás.
Otro momento al revés.
No consigo estabilizarme.
Miolastán es tetracepán.
Es lo mismo.
No me sirve de mucho saberlo, pero lo sé.
Tampoco sé qué es exactamente el MDA, pero me lo metí pa’dentro; por error, diría, desconociendo las consecuencias de tan irreflexivo acto inconsciente. Me perdí en un viaje que no sabía dónde me dejaría, me llevaba de vaso en botella sin hacer caso a la falta de consistencia que por momentos me poseía, tenía más miedo que simpatía, olvidé dónde estaba y a dónde iba, todo lo que me propuse ya no me lo proponía, olvidé la estrella que me hacía de guía desde ahí dónde seguro estaría...
Hoy, por suerte mía, estoy mirando los árboles, que se mueven, se balancean, y hay uno que lo hace más ferozmente que los otros, qué le estará pasando a ese árbol que tiritea en medio de la montaña, lo arrancan de cuajo, se lo llevan al otro extremo del descampado, lo tiran por el suelo y lo trocean.
Sobran árboles.
Los quitamos y los sepultamos a nuestro gusto y gozo cuando nos da la gana.
El planeta por su parte no disimula nada en su inesperada respuesta.

24h 16’ 43.56” – tiempo oficial del día 16 de enero del 2008

Ya no hace mucha risa. Pero por lo menos hemos rebasado el cuarto de hora, y bastante antes de lo que especulaban los más catastrofistas científicos. Ahora están intentando averiguar si a los otros planetas les está ocurriendo lo mismo. Venus sigue bien, y Mercurio y Marte también. Los demás, como están más lejos, aún no se puede saber con total seguridad. Mañana, o pasado, quizás. ¿La Luna? Sí, es verdad, también se está volviendo loca. Ayer me pareció ver su cara oculta.

Me desmayo en tus ojos, vienes y te vas, te loca yo veo y sigo sin saber dónde estás.


- 7 -

Eres tu.
Lo sé.
Y han empezado las movilizaciones.
Lo más importante es que la desaceleración es progresiva, porque sino...
Aplastados contra el suelo del porrazo que nos meteríamos si la Tierra se parase de golpe, yendo a la velocidad que va. Si te digo la verdad, confieso que me lo invento, porque casi no recuerdo lo que han dicho, pero me suena que íbamos a unos 30 metros por segundo, o algo así, o sea que mejor que el frenazo sea un poquito más suave. Un poquito más suave...
Todo esto si es que se llega a parar del todo, como pontifican algunos expertos. Otros lo desmienten y apuestan por el establecimiento de un nuevo ritmo universal. Los más atrevidos no se quedan cortos en desmentir toda falta de razón en la puta desaceleración, y prefieren seguir ahí, riéndose de todo porqué sí, por las buenas y porqué te vi al salir. Estaba destrozado, no me encontraba, ¿quién coño era? meditaba, y te vi salir por ahí, bailando en tu siempre dulce caminar, delante de un calamar con abiertos ojos fijos en la nada que atravesaba la suave sonoridad. Fue sólo aquel momento, minúsculo instante de reojo sonriente, lo que me salvó y me empujó a deshallarme otra vez con total totalidad.
Ahí lo tenéis, amigos, ése es el monstruo que habéis creado. Deformadlo si queréis hasta el extremo que más os llame, necesitadlo para poderlo utilizar, haced de él lo que os dé la gana, cortadle el cuello, devoradlo entre llamas, arrancadle las uñas con afilados cuchillos si os conviene, pero no hagáis que después no quiera recordar nada, hijos de puta, dejadlo por lo menos recordar lo que quiera, de una puta mínima parte, por lo menos ¡cabrones!
Por suerte siempre nos quedarán las afueras. Paseando por la ventana vi un sombrero de zapatos, llevado por una chica negra black woman she speaks english and she is talking about construir la paz para nuestros niños, para que las nuevas generaciones puedan vivir en el planeta, esté como esté, parado, empujado, acelerado, impotente, omnipresente, siempre constante, o simplemente sumergido en un total caos, nunca antes visto jamás, desconocido y sin precedentes, fruto de sus más recientes antecedentes, somos los hijos de las noches y los días que se van, se van, se van...
Después espero el amanecer en el abismo de la realidad, observando el imponente avance de la ciencia, consumido por mi fiebre cerebral, cruzando océanos de amor y tiempo, llegando al mismo sitio una y otra vez. Es el mismo lugar, sí, ya he estado aquí. Reconozco ese mapa, esos polvos talco, esa china, ese intento de lista, ese mapa, el vicio, esa solución, una invención, el mapa, mi vicio, la cara, escondida, me grita, la escucho, te oigo, qué siento, no sé, mi mapa, mi vida, el momento, el planeta, la estrella, se para, en qué, planeta, mi mapa, la vida, mi talco, acción, ya sabes, fricciona, lo sabes, tu eres, ya estás, ahí, tu mapa, tu vida, tu estrella, el planeta...
Vuelvo a encender la ventana y me meten otra zarza de hostias, no sé de dónde me caen.
Si no puedes evitar ser un imbécil, asegúrate de saber hacer el imbécil.
Hacemos de tus ilusiones un montón de mierda. Con todo incluido y sin entrada. ¡novedad! Y otra gran noticia: ¡Somos aclamados! Los dientes blancos y peinado voy, quiero ser pinocho desde 1938, con un depósito mensual del 7%TAE, grandes prestaciones, máxima seguridad, por un buen autocontrol de la publicidad (trabajamos para una publicidad responsable), empieza ya en tu kiosco, ¿aún no lo has probado? Necesitamos calcio y fósforo, y no olvide que su disco más esperado es una ficción publicitaria, con un DVD de contenidos extra, porque buscamos ciudadanos solidarios para la elaboración de perfiles invictos y convictos. Desálmate.


- 8 -

Desmelénate, le respondí yo.
Era otro vicio al azar.
Puede que sí, que finalmente estuviese empezando el fin de la sifilización cristiana.
Aún así entendía el mensaje: no es importante este presente.
Me lo repetían todo el rato, pero igualmente no parecía que nos enterásemos demasiado y seguíamos a la nuestra, como si nada, como si no supiéramos ni ocurriese nada.
La justa misma sensación que ayer.
No lo escucho, llenándome de cosas nuevas, pero sé lo que digo.
Aquí no ha cambiado nada.
Es verdad, eso es mentira.

Movilizaciones
Eso sí que parece real.
En distintos puntos de diferentes ciudades, en centros comerciales y zonas de compras. La gente enloquece, se quieren pillar el mejor aguaje. Por suerte parece que han sido controlados por las queridas fuerzas de seguridad. Respetadas y obedecidas por doquier, por absurdo que parezca el miedo a la pérdida de mi más grande poder, mi secreto capital, amado capital mío...
Eso en la grandes ciudades.
Después, estés dónde estés, siempre te puedes conectar a la net, y conseguir los mejores triunfos de los distintos pillajes. En subastas y apuestas se desmadran. Es impresionante. En catalán net significa limpio. Aunque si le pones un acento es nieto, grandson. Neta es limpia y néta nieta, grandaughter. Me gusta esta palabra, grandaughter. Grandote. Soy un nieto limpio y grandote.
Después, o mejor dicho, entonces, de repente, ¡zás! estuve de viaje.
Conocí a Rudd, Hans, Gavin, Tom, Steve. También a Noemi, Fátima, Ilda, Sara, qué pija...hasta las cuatro en el apandaun, me dijo. Pero si las cuatro ya no existen, tontita. Mira que cuando me cabree mañana me vengo con mi jersey del snoopy y te cagas, pijilla. Paso de esta tía. Desaparezco, que mis nociones de averiguador me empujarían a sentarme con sus codos entre mis tatuajes, y de momento no llego ninguno. Ni lo llevo. Quizás cuando haga 84 años, si llego, me hago uno. No sé qué ni dónde, pero ya lo descubriré. Cuando lo vea lo sabré, como en el manual del buen descubridor claramente se explica. El buen descubridor no sabe por qué hace las cosas, las hace y más adelante ya entenderá el significado de sus actos. Descubrirá las soluciones que le proponen las consecuencias de sus incoherentes actos. Sentirá que lo ha hecho bien. El buen descubridor no hace nada, le ocurren cosas. A él, todo el rato, no paran de ocurrirle cosas y ocurrírsele soluciones valientes y atrevidas para pasar a encontrar la siguiente acción-reacción así. El buen descubridor entiende lo que le ocurre o no, da igual, y averigua de repente y sonriente por qué hizo lo que hizo, aunque ya no recuerde cuándo lo hizo. Eso también da igual. Quizás sí, cuando llegue, podría escribir ya el manual del buen descubridor, porque mira que me entrego y me esfuerzo en conseguirlo, más aún con esa hierba, que está riquísima, y lo noto porqué pronto sentiré que puedo doctorarme en la materia: descubrimiento universal, o descubridor oficial, o nada de nuevo ni genial. Caca total. Da igual.
Cuando llegue
Quizás


- 9 -

¡Dejadme salir!
Dejadlo salir, hombre, qué os cuesta...
Ayghhh...
Dejadlo salir de ahí, por favor...
¡Quiero volver a mi casa!
¿Y eso dónde está?
No sé, ahí afuera, en las afueras, con sus aceras y sus flores redescubriendo su fuerza entre las piedras, vivas amigas y enemigas que se ven atravesadas por tan verdes salidas. ¡Qué gran misión! Por favor... No me lo puedo creer, soy el mejor, el mejor. Éstas rojas están de muerte, y las sandías, con mínimo picantito y deliciosas, tremendas están. Voy a atacar esa coca-cola. ¡Clásica! Me encanta, se desvanece, se pega a las muelas, mis muelas, me molas, más gomas, te quiero. He devorado las existencias, lo necesitaba. Todas mis reservas desaparecidas, transformadas, engullidas en siete minutos, o menos. Nada. Lo mismo. Claro, cada vez es menos importante, el tiempo, y más. También es importante reconsiderar. Terminaré con la roja típica normal, alargadita, normal, sin sidral ni pica pica, roja, normal. Soy otra caca, la tuya, tu vida, tu casa yo soy. Soy yo tu cala y tu cama, yo soy tu caza. No llevo la capa, resiste que vuelvo, te he visto la cara, caramba que guapa... toda locura y fragancia bestial que amable aparece; la capturé en mi retina, la retuve como ella me retenía, ahí en su rutina, normal rutina animal para escapar al tiempo libre, bienvenida hora de gozar de la oferta de ocio, mi vicio reacio, menudo negocio...

Pues claro que me veo, sí, estoy aquí, estamos muchos aquí.
Todos, o casi todos diría yo que sí. Somos tantos por aquí...
¡dejadnos salir!
Que bonita serenata, a la luz de esa sonata, descubrí a Mónica en directo y la conocí.
También a Cora, quizás Kora, ni ella misma sabía cómo lo escribiría.
Estuve allá en la estrella con ella, o ellas, porqué son muchas por aquí.
¡dejadlas venir!
Entrad y jugad, sabéis que podéis, venid y sentid.
Ya sois lo que sois, estamos en que somos o más bien que puede que seamos.
En ahora, sí, ahora total.
Ya hemos entrado en Acuario.
Por fin.
31 de enero a las 16h 37’ 09.12”
Y eso nos gusta, diez días más tarde de lo normal, nos gusta, porqué además ahora los segundos ya van siempre oficialmente con centésimas, mira tu que bien, cómo nos gusta haber tardado hoy ya casi 25 horas
24h 53’ 45.26”
con las centésimas reconocidas como obligatorias oficialmente, confirmado por el hablador de la ventana, dónde también han anunciado que sí, que se para. Y he visto a Mónica en su casa. Mentira. Verdad. Loca cordura; normalidad. Si descubro que me invento, lo entiendo. Quizás pueda subir a olvidarte. ¿Quisieras volver a esperarme? Lo mejor de todo: El tiempo. Sí, es él, el tiempo. En él nos vemos, con él nos vamos, a él nos entregamos y quietitos lo desplazamos con delicados giros y arañazos en los pliegues de su dudoso devenir.
Soy el sitio éste, soy este momento que ves.
Desnúdame.



- 10 -

¡Cómo me gustó verte!
Mierda, yo estaba detrás de una barrera y no osé traspasarla para gozarte desde menos de tres metros y sin parapetos, tu ahí cenando, me hablas tranquila, sonriente, yo no me atrevo a invitarte, pero me espero a tu tiempo, le doy realidad a mis hechos, te habré recibido mejor cuando llegue el momento.
Me encuentro mejor, mucho mejor.
Me protegen las estrellas.
A mi, sí, soy un protegido. Ayer lo volví a confirmar. Salí de paseo y me deshice sin pensar al tropezar con una gente que se discutía entre gritos, a voces rotas respondían que por nada dejarían este lugar, en su vida, y me detuve a escuchar qué decían.
Yo creo que mando más por fuego que por cardinal, decía uno, soy Aries. Aunque deunidó los cardinales cómo mandan. Sobretodo el de tierra, Capricornio. Y el de agua, Cáncer, cuando se pone a mandar ahí que da gusto verlo, si se suelta a mandar, agárrate a obedecer o tu verás. Quizás el cardinal de aire, Libra, por su búsqueda del equilibrio en la balanza de las decisiones, es el que menos manda de los cuatro cardinales. No sé... Pero aún así deunidó, como se dice en catalán, deunidó...
Me intenté introducir, viendo que entendía las palabras que utilizaban.
He oído que Urano, Neptuno y Plutón siguen bien, a su ritmo, como Júpiter y Saturno...
Para mi gusto los días de más veinticinco horas no están mal. Son raros. Lo bueno es que han dicho en la modulada que no tardará en llegar el de veintiséis. La progresión progresiva progresa que te cagas. No llevamos ni tres días de 25 y ya hablan de los de 26 para la semana que viene. Apuesto a que pronto dejarán de existir las ya obsoletas semanas.
También había ratos en que me hubiera gustado hacerlo mejor con otra pluma, con otra mano. Ser otra persona, una persona mejor, un animal. Un súper animal total. Un animal normal. Querría no querer dominar la estructura molecular de mis huesos. Las células que me formaban. Me encontraba peor que un zaguán, y aún no sabía lo qué eso sería. Podía tocar la guitarra, cantar una canción, destrozar un poema. Y lo hacía. Lo hacía y lo hacía sin sentir a penas la mitad de sensaciones que allá en sus profundidades se escondían, ahí abajo, en el fondo del pozo, detrás de las habituales ansias de balancearme volviendo al inmortal vientre materno, mi casa, donde nunca dejé de estar ni dejaré, te quiero mamá, y a ti también te quiero papá, y a ti, papá de mi mamá, y mamá de mi papá y de mi mamá, y papá de mi papá, y mamás de todos los papás, os quiero aquí en silencio, amigos vuestros, por favor, quereos, miraos y os veréis, escuchaos y oiréis lo que decís, hacedlo si queréis...
y la gente me escuchaba y yo no sabía ni qué decía, simplemente me deslizaba entre mis palabras, absurdas palabras, como si realmente nada de extraordinario en ellas se encontrara, pero veía con mis ojos a la gente observándome en atenta escucha, sonriendo y abrazándose los unos a los otros, descojonándose y hablándome, pues yo les escuchaba y me reía con ellos, en ellos, y ellos en mí.
Moviendo. Viviendo.

Vino una descongestión y terminé la última fase de descompresión.

Volví a tu realidad, fumé, bailé, amé, como ya sabes te esperé, y con tu virginal sonrisa penetrándome en la vertical, con un silencio, te averigüé.


- 11-

El mapa crece y crece sin cesar.
Me avergüenzo de mí mismo.
Pero ya sé que no pasa nada, es normal. Por el viaje, con sus vaivenes y distintas fases de comprensión, me ha dejado un poco tocado. Dolido. Del comprendido. Arruinativo. Afirmotivo. Autoindefinido. Exaustinflagisilbido. Reventadamente regresado, vamos...
Pero acerté en algo, en mis delirantes divagaciones.
Ayer, 7 de febrero del 2008, jueves, con una duración exacta de 29h 43’ 57.32”, fue el último día de la semana. Sí, como yo predije, han sacado las semanas, y con ellas los días de la semana, pues ya no tenía ningún sentido hablar del viernes en domingo, o quedar para el martes un lunes cualquiera. En muy poco tiempo se había desestabilizado un montón la situación. Yo, claro, aquí en mi casa, con la descompresión, solo, o casi solo, a penas me he enterado. Aquí con mis caramelos y mis polvos talco, de los que por cierto ya casi no me pongo nunca, o casi nunca, como mucho después de la ducha una vez, dos máximo en un día; mucho mejor, sí. Pero ahí afuera habían pasado cosas, y de repente vi eso, que el día había durado ya 30 horas, o casi 30. Yo descomprimiéndome. Y hoy no es viernes, porqué quizás no se llegue al sábado hasta dentro de dos de los antiguos días, o casi días.

Las fechas de caducidad también pierden su sentido. Las fábricas de alimentos no saben qué hacer, toda la economía mundial se balancea en una frenética situación sin precedentes. La caída al vacío de las bolsas internacionales no tiene freno, la gente ha empezado a sacar el dinero de los bancos, no hay horarios fiables, nadie sabe exactamente en qué hora vive, los relojes no tienen ninguna utilidad viable. Algunos nostálgicos no le actualizan la hora a la fecha y ya están en marzo. Y no son sólo los factores y cosas humanas que se descomponen, los otros animales lo notan más aún que nosotros, y las plantas parece que se hablan y comentan la jugada, qué estará pasando, tengo la fotosíntesis estropeada, pues yo tampoco consigo fabricar el nivel de oxígeno habitual, me obturo, yo estoy colapsada, pues yo tengo una prima alga que me ha dicho que en su casa también se ha armado un pollo de la hostia, ven cosas que nunca habían imaginado que existiesen y todo se mueve de una forma muy, pero que muy rara...

Todo se va al carajo.

Pero mi mapa no para de crecer, y eso me gusta. Es un claro signo de vida, y me encanta seguir enganchando trocitos de papel e historia sin sentido, sólo por placer, por enloquecer a visitantes distraídos que por un momento no saben lo que ven, intentan comprender y se ríen, tarjetas de visita, tiques de compra, flyers de conciertos, entradas de cine y de teatro, adhesivos reivindicativos, libritos de papel de fumar, hojas en blanco, embalajes de regalo, tiras de lunis, anuncios para jilipollas, notas, calendarios, autorizaciones, deneís, etiquetas, fotos, listas de la compra, recortes de periódico...
Si alguien me pregunta para qué sirve no sé qué responder, pero siempre afirmo que está vivo, que es un mapa vivo, y que me está ayudando mucho. Quisiera saber a qué estrella me llevará. Tendría que volver a salir y viajar más allá, irme tan lejos que cuando me dé cuenta ya no sepa dónde estoy ni haya solución alguna y tenga que anular mi último regreso.

Me aburro en exceso.


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Aunque habían quitado los días en el sentido de martes y domingos, los dirigentes internacionales, reunidos en una comisión extraordinaria para tratar el tema de la desaceleración planetaria, con presidentes, científicos y economistas de todo el mundo, había decidido mantener las fechas. Pero un día duraba ya dos, la última vuelta la dio la Tierra en 49h 52’ 43.24”. Y a eso le llamaron 12 de febrero. La idea de volver a escaparme y correr como un loco diciendo jilipolleces por la calle seguía bailando en mi cabeza, pero había abandonado el vals y ahora la sentía marcándose unos pasos de fox-trot. No había alternativa, me quedé en casa fumando. Soy un mechero escondido en un sofá, esquivando los ataques de la feroz búsqueda del ansioso fumador que soy en inquietante actitud adolescente, soy una aspiradora de humedad que quita los trapos del fondo del cajón invitando a mi chica a salir por ahí a tomar unas copas, soy su negativa y mi sensación de fracaso, soy un ente ridículo que recién rechazado caracolea sus emociones con quien se encuentra en la puerta de casa y no sabe a qué estrella se va. Paso las largas noches de los eternos días levantándome y volviendo a dormir para volverme a despertar aún sumido en la oscuridad. He visto un aeropuerto en la ventana, colapsado. ¿Cómo controlar el tráfico aéreo? Hay 17 grandes aeropuertos que ya han anunciado su cierre preventivo, por ahora de forma temporal. Si quisiera tomar una decisión no sé cuál sería. Las refinerías dejan de succionarle las entrañas al planeta, con la debacle económica el petróleo se ha ido a la mierda como motor mundial del dinero. También han dicho que hay zonas de algunos países en que ya no aceptan la devaluada moneda, que no tiene ninguna utilidad y nadie la reconoce, pues todos saben que pronto no les servirá de nada. Pero de momento eso sólo ha ocurrido en un par de zonas aisladas del sureste asiático y en una región alpina en la frontera franco-italiana. Un suizo con rubias rastas se ha subido al Cervino Matterhorn con su guitarra a la espalda y cuando ha llegado a la cima ha abierto la funda de la acústica y ha arrojado al vacío los más de 200 millones de dólares que se ha calculado que llevaba dentro en billetes y pagarés. En el Amazonas han aparecido unos indios diciendo que esto estaba escrito en su decálogo de predicciones y que el chamán de su tribu lo había previsto para dentro de tres años, erró en los cálculos. Los cayucos y embarcaciones rudimentarias que salían del norte de África cargadas de gente desesperada intentando llegar a la vieja Europa han dejado de hacerlo, ya no hay nada seguro, saben que pronto todo va a cambiar y dará bastante igual dónde estés, porqué nadie puede garantizar que en un sitio la cosa vaya a ser mejor que en otro. Más bien hay personas de todos lados que intentan calcular cuándo se parará la Tierra, y en qué posición se quedará, y entonces escogen un destino al azar y se dirigen a él como pueden. Más de un 30% de la población ya no se puede permitir el uso del coche, con los precios a los que se encuentra el gasoil, y una de cuatro gasolineras tuvo que cerrar en las últimas 100 horas. Se calcula que en la próxima vuelta terrestre lo hagan otras 500.000, y el pánico cunde por doquier. Esto no hay quien lo pare, se para. ¿por qué no me llamas? Lo entiendo, no te intereso, pues soy un cretino, lo sé. Ya casi ni te sueño ni te siento, desmoronándome con tus dobladillas braguitas, golpeándome en el corazón con la dulce fragancia del roce de tu sonrisa en mi frágil caparazón. Desmontándome otra vez.


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¡Caramba, que suerte la mía!
Soy el hijo de Dios.
Lo sé. Todos lo somos y lo sabemos, pero lo olvidamos, y nos ha empezado a gustar este estado más tenue.
Me encanta la dirección que está cogiendo esto.
Tengo la sensación de que ha pasado un mes, pero en realidad han sido sólo tres días. De 107, 192 y 314 horas cada uno. ¿Cómo puede la Tierra tardar más de 300 horas en dar una vuelta sobre sí misma? Normal. Casi dos semanas para completar un día:
15 de febrero del 2008.
Lo he pasado mal, muy mal, con mis crisis y mis vicios auto depresivos.
Tengo que salvar el mundo. Me aman. Y yo les amo.
De verdad, no soy nada, una mierda. ¿tengo que salvar el mundo? Lo hago. Lo estoy haciendo por momentos, todo el rato.
Este mundo está salvado, no sabemos nada. No sé quién soy, no sé qué quiero hacer.
No tengo ganas de nada.
Mar es extraordinaria. Es diferente, una preciosidad. ¿cómo puede existir una persona tan bella en la faz de esta estrella? Siento tu voz, hablándome flojito en la pica, nuestras manos encontrándose bajo el agua calientita, susúrrame otra tontería. Sufro por ser como soy, no me gusta ser como soy, no me gusto. Lloro, pero no consigo llorar y me llena el vacío que se lleva la alegría que con ella se va. ¿quién me va a querer, a mi? ¿quién me cuidará, me hará caricias y me morderá? ¿a quién podré entregar mi suspiro? Me posee la rabia, tengo un odio grande muy grande aquí adentro y no lo puedo frenar. No logro detener la tristeza, mierda, no me gusto, no me gusta ser cómo soy, me odio más que a nada, porqué nada conozco tanto como eso que soy, esa mierda de mierda ambulante y farsante, dispuesta a entregarse al placer por desidia, colmado de aburrimiento fatal, tratando de llorar en postura fetal. No tiene final este pozo, me tiene pilladísimo, porque ser yo es lo único que puedo ser, joder, no puedo dejar de estar aquí, en este cuerpo, y quiero salir y gritar. No soy el único al que esto le ocurre, y me encuentro con otros muchos locos y predicadores pontificando que este embrollo es imposible de destruir desde fuera, cambiarlo por otra cosa, sustituirlo a gran escala. Debe ser simplemente ignorado, desobedecido, pero desde dentro de todos y cada uno de nosotros, desde el individuo, conseguir la libertad del pensamiento y de la persona, no de la sociedad.
Los otros dicen que no quieren utilizar la fuerza, pero muchos países tienen sus ejércitos dispuestos a empezar a enloquecer como bobos y cargarse lo que encuentren a su paso. O por lo menos eso creen, o intentan hacernos creer. Pero también llegan informaciones por otras vías menos manipuladas que la puta ventana monopolizada, en las que se rumorea que en la historia conocida no había habido tanta deserción generalizada en los distintos tipos de cuerpos de seguridad y represión. Los chavales se piran del ejército sin más, se van a sus casas, o a donde puedan, ignorando las inútiles amenazas de sus superiores. Un 70% de los policías han abandonado sus obligaciones, en los pueblos los guardias municipales activos son inexistentes, la gente libra batallas por el pan en cualquier esquina incivilizada, pero de repente ves a un grupo de 10 ó 12 personas de distintas edades que se han puesto de acuerdo e intercambian pertenencias entre ellos, y después con otros grupos colindantes que poseen otras tantas sustancias o alimentos y necesidades. Cómo me colocan las drogas que fumo y tomo. Cada pequeño calo, cada inspiración de humo cargado, cada trocito de plástico inhalado...
Multiplico su valor sentimental en mi sollozo espiritual.



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Que diferente es el Rizzla del Smoking. Y el OCB del Rasta, que regalaba camisetas y mecheritos. Ya no. Cuando no queden estancos ni tiendas ni haya cómo conseguir papel de fumar, porqué las fábricas habrán cerrado definitivamente, como ya han empezado a hacer muchas factorías de distintos tipos de productos, no sé qué haré. Lo importante es conservar todas las semillas de marihuana que pueda, y por lo menos intentar instalarme en un sitio mínimamente sedentario donde tenga un trocito de tierra para cultivar unas plantitas, que de año en año se vayan reproduciendo, si el clima nos lo permite (¿estoy hablando de años?) y si no me la puedo fumar, por lo menos me comeré los pedazos de descendencia de los cogollos que hoy día aún consigo disfrutar. Tengo ya una caja con unas doscientas semillas, que dentro de unas generaciones me salvarán la vida y serán mi curación.
Vida viva es lo que veo, vida viva.
Vida mía...
No te veo, ¿dónde estás?
Vuelve ya de tu estrella, corazón de mis días, vuelve conmigo y ayúdame a hacerlo un poquito más soportable, lléname de ansiedades y zumo de naranja, túmbate y descansa, que yo te traeré otra encrucijada.
Llevamos 512 horas de 20 de febrero, y aún no hemos completado el 80% de la vuelta. Está oscureciendo desde hace dos días, de los antiguos. Esto es una locura.
El viento se lleva las nubes de aquí para allá a una velocidad vertiginosa. Tormentas repentinas, salidas de la nada, exageradas dosis de agua cayendo en sitios desiertos donde no llovía desde nadie recuerda ya cuándo, inundaciones en zonas súper pobladas que originan éxodos migratorios de familias enteras que no saben qué hacer ni a dónde dirigirse. Hubo un terremoto, y después otro, y después, otro. Pero en lugares en los que nunca antes había habido ningún tipo de actividad sísmica. El sol quema plantaciones inmensas de alimentos que no aguantan tantas horas expuestas al abrasador calor que las ahoga. El mar se encabrita y los pesqueros no pueden salir sin un gran riesgo de naufragio, aeropuertos abiertos oficialmente: ninguno. Por lo menos para lo que antes se llamaba “uso turístico”, aunque algunos jefes de Estado y dirigentes de grandes empresas aún consiguen volar, pero saben que posiblemente ese avión va a ser el último que cojan. ¿quién les proporcionará el combustible? Nadie, todo el mundo está desencajado, el cambio total que está sufriendo el planeta parece ya definitivo, o definitorio, o cómo se quiera decir. La tierra y sus comunidades de habitantes, sus sociedades de animales y civilizaciones varias, todo lo que se daba por sentado se ha ido a la mierda. Es irreversible, finalmente se acabó el antiguo régimen, la gran costumbre que arrasaba pueblos y gentes por su patético y cíclico vicio de perdurar.
Ahora sólo vale la supervivencia.
En cualquier momento, en cualquier sitio, nadie sabe lo qué va a ocurrir.
Pero luchando con tan feroz enemigo, jugando esa tan desprevenida partida con el tiempo y sus amigos, cualquier animal humano entiende que necesita asociarse o morir. Para resistir.
Para seguir.
Por insistir.


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Vivo de noche. Hace más de 300 horas que no veo el sol, y si a mi me afecta así, no quiero pensar como puede estar alguna gente. Ahora pienso mucho en Miriam, aprovecho estas horas desaparecidas para pensar en ella tanto como puedo. No sé si es una cosa que he decidido hacer o si simplemente me ocurre y punto. Lo que sí siento es que ella también está pensando en mi, y eso me gusta, me encanta. Y me emociono, claro, por nada, con cualquier idiotez, ¡PAM! explota en mi una repentina alegría. Lo que todavía no sé es si pienso en ella porque ella está pensando en mí, o al revés. O sea, qué es causa y qué consecuencia. Como cuando piensas que algo va a ocurrir y ocurre. ¿Ha pasado porque he pensado que pasaría, o simplemente he presentido que algo ocurriría y por eso lo he pensado? ¿He soñado contigo porqué he intuido que te vería, o al soñar contigo he provocado tan casual encuentro? Imposible de saber, y de controlar.
Qué es causa y qué consecuencia. Pero te vi, eso es cierto, y la noche te favorecía, de verdad. Ahora sólo puedo pensar en ti, esperando volver a encontrarte. Saludarte, gustarte, besarte. Aunque sé que no juegas en mi liga, creo que ni siquiera jugamos al mismo deporte, tu tan guapa, tanto y tanto, y yo, en cambio, aquí...
Aquí.
Voy a venir a tu estrella y te cantaré un bolero para encontrarte y te encantaré.
Te siento.
Pero hace tiempo que no me siento un buen descubridor. Recuerdo cuando iba por ahí alegrándome de descubrir y descubrir sin parar, y me gustaría poder volver a notar ese tipo de sensación. Como cuando me liberé del control, del intento de control. Lo quería controlar todo, estar encima del proyecto, porque era mi invento, yo lo había inventado y debía mantener el control. No por mí, por mi satisfacción de control, sino por el bien del proyecto, del resultado final del invento. Qué importancia tenía ahora esto, el resultado final, vaya basura. Descubrir jilipolleces en un mapa que ni tan siquiera es un verdadero mapa no es tan distinto de inventar y controlar, más bien viene a ser lo mismo. Pero me debe gustar hacerlo, lo necesito. De alguna manera le cambias el nombre, te ilusionas pensando en las grandes posibilidades de tu nueva condición, pero sigue siendo la misma puta mierda de siempre, apenas has crecido, no has evolucionado tanto como creías, sigues en el mismo puto punto y lo sabes.
Quizás, si pudiese... si realmente me atreviese... si no me sintiera tan enfermo en mi descontrol neuronal, quizás entonces tendría alguna opción de desafiar mi pereza y la comodidad que me proporciona y utilizaría ese mapa para salir de aquí de una vez y hacer algo realmente útil y bonito con mi tiempo. Tengo que hacer cosas, tener deseos.
Tengo que querer hacer cosas.
Miro a mi alrededor y sólo me veo a mí. Triste, asustado, entusiasmado, enfadado, da igual, distintas versiones de distintos momentos de lo mismo, esa sensación de mí imperturbable, inalterable en el fondo de mis múltiples estados, pero siempre ahí.
Lo que realmente desearía hacer es salir de aquí, de este cuerpo, de mí. Descubrir una manera que me permitiese estar en otro sitio, ser otra cosa, sentir otras sensaciones. Percibirlo todo desde fuera de mí. Alguien me dirá que estoy loco, que eso es imposible y que fracasaré, pero debo auto disciplinarme para conseguir utilizar el tiempo correctamente. Yo antes era inventor, mis conocimientos y antiguos aprendizajes me pueden ayudar, nada fue porqué sí. Ahora lo noto, sólo tengo que saber esperar y esperar y esperar a que me llegue una señal.
La señal.
Si lo intento y estoy atento y dispuesto a entenderla, descubriré la forma de hacerlo.
La noche es larga..



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El día también
25 de febrero del 2008.
Llevamos mucho rato en este día, no sé cuánto, ya paso de informarme. Quizá estemos ya a 26, pero no lo sé, ni me importa. Hay gente que sí, que aún se interesa un montón por esas cosas de la fecha y todo eso, quieren saber en qué día viven. Vaya tarados. No sé cómo conseguirán la información, en la ventana dejaron de emitir hace tiempo. No recuerdo cuánto. Lo que sí recuerdo es que en los últimos días ya no daban anuncios, ni películas, ni reportajes, ni siquiera series de éxito en capítulos; sólo conectaban un reloj ahí que iba contando las horas y anunciaba el cambio de fecha. Dejaron de emitir hace tiempo. No recuerdo cuánto. Tiempo. Tiempo. T-i-e-m-p-o. Vaya palabra, menudo invento. Estoy desquiciado. Fumar fumar, lo que antes se entendía por fumar, imposible. Pero nos las arreglamos. Evidentemente la calidad es nefasta, hasta me duele usar la palabra calidad para hablar del nivel de categoría de la mierda que fumamos. Los pollos me salen verdes de verdad. No tengo nada que hacer, me aburro, de forma que acabo fumando lo peor, cogollos malformados pasados de tiempo, mezclados con hoja rasposa, o con un poco de petróleo, hena, laca, o lo que le quieran poner a esa mierda de mierda que no logro tirar de una vez.
Si respirar humo ya es una salvajada, ese humo...

Me vienen a ver personas que no sé si conozco ni si las he visto antes, pero se presentan aquí delante y me hablan. Está bien, os escucho, menudo montón de mierda largáis...
Lo único que quiero es estar solo un rato, y justamente tiene que venir toda esa purria de locos a contarme sus chistes y penurias. Vaya desgraciados. Yo sí que soy una mierda, ¿y qué? Dejadme solo un ratito, joder, que me relaje, y después os escucho...

Me voy, no quiero saber más de vuestras penas, y salgo a aprovechar las diez o doce horas que deben quedar antes de que vuelva a llegar la eterna noche. En mi mapa leí algo acerca de un experimento feroz para abandonar el cuerpo en vida y descubrir las sensaciones sentidas desde otro lugar o ser. O cosa. Lo ignoro y me escapo y camino a la deriva siguiendo el curso de un río. Un río que no había dónde ahora lo he descubierto, pero ha aparecido y lo sigo. De repente me giro, por instinto me giro y la veo en el cielo. Ella viene hacia mí. Parece un águila o un cóndor, no sé, pero la veo acercándose por el aire a gran velocidad. Yo justamente estaba meditando que si este planeta se para del todo cuando aquí sea de noche, con lo frías que son las noches hoy día, tendría que viajar a algún sitio donde pudiera tener mis plantas creciendo, a salvo de amenazas y peligros, un sitio bonito en que me pudiera instalar y cultivar... y me giro y veo el ave acercándoseme a gran velocidad, velociraptor, pienso yo. A gran velocidad.
No tiene ningún sentido hacerlo, pero decido seguirla, a ver hasta qué estrella me lleva. Quizás un destino conocido sea la mejor solución.
O no, pero lo deseo saberlo.
No sé.


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¿dónde está?
No la veo, ha desaparecido...
Me olvido de ella un momento y...
¡mírala!
Ahí vuelve, que bonita...
Planeando con las alas descubiertas, abiertas, plegándose sobre sí misma y girando, volando, bajando en círculos imperfectos, rodeándome con su til sutileza, saboreando la deslizada, sumergiéndose, amándome. La veo de cerca tocar con las patas el suelo, mi pie a seis metros de donde ha aterrizado, inmóvil estoy y callado, se acerca y se aleja, picotea por el suelo, mira a su alrededor y me ve, me ignora, camina por ahí y se para.
¿Me ha visto? ¿o no? creo que sí, pero no hace la impresión de estar muy temerosa. No tiene miedo de un humano. Perfecto, yo tampoco la temo, aunque me hubiese podido aterrorizar, porque no sé qué ave es. Mentira, sí que lo sé, ahora la veo, es una grulla, una grulla común. Pero ¿qué hace aquí? No me teme, la amo y lo sabe, sigue plantada ahí girando la cabeza así y así, ahora miro aquí y ahora allí, me voy a esconder detrás de ese muro, como mola esa bassa, de piedra, con agua, rellena de agüita con rebotadas gotas de lluvia salpicándola de cuajo, ¿qué demonios de coño mira ese humano? que mire, que mire, que yo le amo, mi amo, de que estrella hablarás cuando llegues, te dije que estaría por aquí, grullita mía... ah, pero si estás aquí... claro, ese mirón seguro que se ha sorprendido; de repente te ha visto y ha entendido por qué aterricé aquí; porque te seguía a ti, sí, a ti, ven aquí, amorcito mío, ven conmigo, ven, grullita de mi corazón, ave de mis sueños y mis deambuleos, funda en la que depositaré mis jeringuillas, mis semillas asesinas, mis feroces ansias de fecundarte ya de una vez, ven aquí que te cojo, coño, ay, ay! no te vueles, joder, ave mía, no tengas miedo, ven... mierda que se me escapa...

Se elevan con tres o cuatro dríblings, ella caracolea hacia la derecha pero lo engaña y tuerce a la izquierda, y cuando se le va a echar encima, golpe de cola con regate y arriba recto para sacarle unos cuatro o cinco metros, ya van seis, al macho de grulla común que la persigue ansioso pero no logra alcanzarla. Antes nunca vi una grulla por aquí, ni en sus migraciones y viajes, esta zona no está dentro de su ruta migratoria. Las que han llegado temprano este año son las golondrinas, aunque claro, con el desbarajuste climático que hay montado, no me extraña. La golondrina es un pájaro que cuando emigra lo hace más por hambre que por frío. Su cuerpo podría resistir las bajas temperaturas que no aguantan sus apetitosos y apreciados mosquitos, que son la base de su dieta alimenticia, así que deben irse en busca de ellos. Las gaviotas y las cigüeñas blancas, en cambio, encuentran la mayoría de sus provisiones en los vertederos, por lo que no necesitan viajar hasta las sabanas africanas. Aun así, cuando lo hace, la cigüeña utiliza bolsas de aire caliente para subir y después dejarse caer planeando y haciendo uso y disfrute de un amplio repertorio de trucos de habilidosa realización que tiene preparados para poder llegar a estar hasta dos meses volando sin parar ni para comer, travesando el desierto hasta el trópico, hasta la costa de Mauritania, donde se encontrará con los flamingos, que se juntan con los pelícanos comunes. El pelícano común siempre tiene un enorme apetito, por supuesto; de peces. Para ellos la diferencia entre el día y la noche no es importante, y cuando hay marea alta se esperan a que el mar se retire para adentrarse hambrientos en su deleitoso y particular banquete.


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Hacía rato que había dejado de ver mi pareja de grullas, desde que la hembra acabó de despistar al macho, que desapareció en la nada, y se sentó ella en lo alto de un ciprés. Era ya negra noche y tenía que empezar a pensar en regresar, no sé cuánto llevaba de paseo, necesitaba situarme y encontrar el camino de vuelta.
Mi función es saber cuál es mi función.
Ha dejado de llover, y ahora noto que estoy empapado. Se ha presentado de repente una espesa niebla que salida de la nada ha ido avanzando hasta cegarme el camino a dos metros. No reconozco este sitio, pero seguro que había estado ya. Llego a una especie de bifurcación, creo que tendría que girar a la izquierda, y justo cuando estoy ya casi terminando de reflexionar sobre qué decisión escoger, siento que alguien me mira y torciendo la cabeza hacia el lado lo veo ahí, helado, mirándome, congelado, atento a mis gestos. Yo, también inmóvil, le observo también. Parece un gato, pero con la niebla no consigo distinguir su perfil... ¿es un zorro? No, mierda, ya lo veo, es un gato salvaje, sí... o quizás no... ¡eh! Ahora se mueve, mira hacia su izquierda, me mira a mí y de nuevo a su izquierda. Desaparece. Ni parpadeo y ha desaparecido... ¿habrá visto algo? Él, con su olfato y mejor visión para este tipo de circunstancias, puede que haya detectado algún peligro inminente que se cierne sobre mí a muy pocos metros de distancia. No sé qué hacer, miro en dirección hacia dónde mi amigo ha mirado antes de irse, no veo nada, la nada blanca que me rodea, un chirimiri calándose en mis huesos, estoy en las nubes, voy sudado y tengo frío, tengo miedo y tengo ganas de cagar, no sé cómo regresar a mi estrella, y algo muy cerca me espera, no puedo estar más quieto aguardando que cualquier cosa suceda, parece que me voy a quedar ahí para siempre, sin nada que hacer, nothing to do, nothing to say, y de repente, sucede. Bien, ahí está, lo que necesitaba, un movimiento. He contado seis o siete, aunque podrían haber sido diez o doce. Han pasado rozándome al galope, como si huyeran a su vez de algo aún mayor, y no me han tirado por el suelo de milagro. Algún payés me había comentado alguna vez que al llegar al viñedo por la mañana era frecuente encontrarse algunos racimos mordidos y comidos por los jabalís que por la noche aprovechaban para hartarse, pero nunca había conseguido ver ninguno. Ahora casi me embaste un rebaño al galope, y no sé ni si han advertido mi discreta presencia.
Por suerte parece que el dragón blanco se retira, la niebla ya no es tan espesa, he reconocido un árbol que había a unos diez metros cogiendo el camino de la izquierda. Es por ahí, lo sabía. Debo darme prisa, porqué la noche empieza a ser muy fría, quiero llegar a mi mapa cuánto antes. La última vez que estuve ahí estaba todo lleno de gente. Pesados que me molestaban. Ahora no sé cuánto llevo sin ver un ser humano, y empiezo a necesitarlo. Daría lo que fuera por encontrarme a cualquiera de esos amigos y conocidos que me perturbaron, causando mi partida. Creo que cuando salí, cuando empecé este paseo, estaba anocheciendo, pero me resulta imposible hacerme una idea de cuánto rato he estado fuera. Ahora es de noche, sí, pero quizás desde hace dos horas, o puede que sean treinta... estoy perdiendo la capacidad de sensación de paso del tiempo. Hasta podría haberme quedado dormido y vuelto a despertar sin enterarme, se me nubla la vista y me balanceo. Lo he soñado. Lo de la grulla y los jabalís, ha sido un sueño. No cabalgan en rebaño, los jabalís, lo he imaginado. Demasiado tiempo deambulando.
Sólo tengo que llegar y descansar. Descansar.
Descansar.


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Por fin, ahí está. Necesitaba llegar. Me costó mucho encontrar el camino tan a oscuras, sobretodo a partir de cuando he entrado en la zona civilizada y he descubierto que no funcionaban las farolas, aunque tampoco me ha extrañado. No recuerdo cuando cortaron definitivamente el suministro eléctrico, suerte que por fin...
¡¿qué...?!
¿qué es eso?
Dios, ¡un ciervo!
No, no puede ser, me lo estoy imaginando otra vez, tengo alucinaciones, es imposible...
No, no lo es. Está ahí, en el jardín de mi mapa, comiendo tomillo y menta. De momento creo que no ha advertido mi presencia, pero vaya cuernos que tiene, es inmenso. No sé si entrar, si se asusta, descubriéndome de repente a muy corta distancia, podría ser peligroso. Hay un ciervo en el jardín de mi mapa. Un ciervo, con sus astas y su cola y su tamaño. Normal, un ciervo ¿por qué tendría que alterarme? Claro, el tío tiene hambre, pues que coma, que coma mientras quede. Esta menta está un poco lila, pero si a él le gusta... recuerdo que la planté con luna llena, cuando la luna mantenía una órbita regular alrededor de la Tierra, con sus fases y decrecidas, sus cuartos y sus caras bonitas...
La gente parece haber desaparecido también del todo. No están aquí, aquí hay un ciervo. Un ciervo.
Entraré sin que me vea. Necesito entrar si quiero conseguir el cogollo que tengo ahí dentro guardadito de reserva. El de reserva de reserva. En el pote de eferalgan. Siempre guardábamos los cogollos en potes de pastillas efervescentes, ya que tienen un tapón especial que impide la filtración de humedad y mantiene las pastillitas siempre frescas, o en su caso, los cogollitos... mmmmmmhhh...
Mierda, me ha visto ¿qué hace? Pestañea. ¿Me embestirá? No, no creo, es un ciervo pacífico... no? Qué buena suerte la mía... Mierda, corre hacia mí, qué hago... ahí, sí, salto a la izquierda, me subo a la mesa y de ahí me agarro a una de las ramas del aguacatero, que se balancea con mis torpes arañazos mientras intento evitar la colisión de tan robustos cuernos, consigo subir otra rama y en ese momento noto el impacto del animal en el tronco del árbol, con toda su fuerza inimaginable. Me ha ido de milagro. Subo un par de ramas más y miro al enfurecido ciervo que después del segundo golpe parece haber aceptado que estoy fuera de su alcance. Espero que no quiera seguir intentándolo, sería capaz de tumbar el árbol. Se pasea y vuelve a su menta. Tendré que esperar a que termine de cenar.

Cómo me gustaría conseguir entrar en la casa, darme una ducha calientita y después unos suavecitos polvos de talco... y marihuana. Mi reserva. En mi mapa. Estoy subido a un árbol del jardín, hay un ciervo cenando bajo mis pies, y yo también tengo hambre. Me gustaban más con un poco de sal y aceite, aliñaditos, o con tomate y todo eso, como en la guacamole, por ejemplo... pero me conformo con haber alcanzado uno de la rama de al lado sin caerme al vacío y poder devorarlo con ganas y frío.

Ya nada volverá a ser lo que fue.
Tengo que aceptarlo.
Y esperar.
Esperar quietecito intentando no caerme al vacío, rompiéndome huesos e intuiciones, y quedando expuesto al embaste del ciervo que no parece tener ninguna prisa en terminar de saciar su apetito.


- 20 -

Mierda, ¿me he dormido? Por todos los segundos del reloj que intenté evitarlo, me moría de frío y por un plato de patatas fritas, aún estaba empapado y necesitaba llegar a mi mapa, pero sabía que no me podía dormir por nada, ya dormiré cuando consiga entrar en la casa, ya descansarás cuando veas el mapa y sus caras, pero no te duermas, por favor, por lo que más quieras, por todos los relojes del minuto, no te duermas...

y de repente abro los ojos y el ciervo ya no está.
Que peligro haberme quedado dormido...
Pero bueno, ahora sí, ahora voy a poder entrar y descansar un rato, a ver qué queda de comida, ponerme una chaqueta o algo de abrigo, y a por el pote de eferalgan.

Bajar del aguacatero me resulta bastante más complicado de lo que en su momento me fue subirlo con la agilidad que el instinto te proporciona en momentos en que no puedes pensar si te quieres salvar, y me siento triplemente torpe al descubrir que sigo no estando solo en el jardín, aunque mi acompañante no es ya un famélico y salvaje ciervo atacándome, sino una joven muchacha de ojos brillantes clavados en mis ridículos intentos de lograr alcanzar el suelo sin deshilarme ni humillarme.

La verdad es que desde que salí de aquí, hace ya no sé cuánto, no había tenido contacto alguno con ningún otro ser humano, y ahora mismo me parece que eso fue hace siglos. Definitivamente debe habérseme estropeado la sensación de tiempo. Da igual. Sigo sabiendo que soy un humano y que no soy el único en esta estrella. Justo aquí delante hay una chica muy guapa que está ahí sentada, como medio agachada bajo unos trapos tapada, y con miedo en sus ojos que me observan con cara de susto y perpleja mirada.

No sé qué decir ni cómo reaccionar, creo que ni tan siquiera me saldrían las palabras si intentase pronunciarlas, pero es que ya ni se me ocurre probarlo. Simplemente la miro, miro hacia ese punto del espacio en el que ha aparecido una chica envuelta en sus mantos, rodeada por la intensa oscuridad que ferozmente nos atraviesa y nos habla.

Con la noción del tiempo distorsionada que sufro puede que hayamos estado así, mirándonos en silencio, durante siete horas, o puede que sólo haya pasado un instante hasta que he visto que ella hacía un gesto. Eso sí que podía entenderlo, un gesto amable, me estaba ofreciendo el abrigo de su manto. Yo estaba tiritando, aunque ya ni lo notaba, pero ella sí lo advirtió, y la expresión temerosa y hasta un poco a la defensiva que había en su faz apenas ha cambiado cuando me ha ofrecido con gesto sincero su manto para taparme con ella, ahí, debajo la higuera.


- 21 -

No estoy acostumbrado a que nadie me trate de esa forma, a mí, una nada de nada que no hace nada y se aleja de sí mismo tanto como puede en cuanto surge la oportunidad, por lo que noto una lágrima deslizándose a lo largo de mi mejilla cuando esa muchacha me ofrece su lado para sentarme; me he emocionado, pero no puedo moverme, estoy paralizado, mirándola y llorando cómo un niño que acaba de ver la bicicleta nueva y no se lo puede creer. Voy a entrar en la casa y saldré con algo de comida, seguro que ella también está hambrienta.
- ¡No! – me grita al ver mi ademán. Me paro y la miro – Es peligroso – me advierte.
De modo que sí que habla. No entiendo a qué se refiere, pero siguen sin salirme las palabras, así que me limito a encogerme de hombros e ignorándola entro en la casa.
Ahí está dando vueltas por la sala, con su metro de diámetro de caparazón y sus cortas patas, una enorme tortuga girando lentamente alrededor de la mesa en la que tiempo atrás cenábamos y discutíamos sobre cualquier jilipollez, esta galápago está encabritada, emite una especie de rugidos sordos de locura, su cabeza se va para atrás y se le quedan los ojos en blanco, saca espuma por la boca y gime. Ahora veo otra igualita que viene por el comedor, parece que está más tranquila, con su andar patizambo, se acerca a la que gira como loca e intenta decirle algo. Colgando de la luz descubro una ardilla inmóvil que me observa, y de la cocina aparecen tres guacamayos ingrávidos que atraviesan la habitación desapareciendo en la oscuridad. La casa ha sido tomada por los animales, eso está claro, y ahora... ¡demonios! ¿qué es eso? Vuelvo a estar en peligro, ella ya me advirtió, no distingo de qué es esa sombra, pero es un bicho enorme, cuadrúpedo, gigante, ha cruzado como si nada la estancia y se ha adentrado en lo que había sido mi habitación, donde yo tenía mi mapa, y la reserva de marihuana, mierda, nunca la conseguiré alcanzar con toda esa mugre instalada aquí, hay una pareja de castores fornicando en el sofá, cabrones...
Mejor será que me olvide de esta casa y lo que en ella habitaba.
Tengo que olvidarme del mapa y la marihuana.
Debo salir y alejarme.
Sí, salgo a fuera, esa chica... ¿dónde está? Esto no tiene sentido, la he visto, era real, incluso me ha hablado, me advirtió del peligro que corría si entraba en la casa, pero, ¿por qué estaba ella aquí si tan peligroso era este lugar? ¿dónde diablos se ha metido? ¿me la he vuelto a imaginar? Estos animales son de verdad, eso seguro, aquel grupo de canguros subiendo a brincos por la montaña no son ninguna alucinación mía.
¿Dónde se ha puesto mi amiga?
Da igual, sólo puedo correr y alejarme de esta casa tanto como mis escasas fuerzas me lo permitan, no sé dónde ir, las calles están invadidas por vacas y orangutanes, en la antigua panadería he visto una llama andina que arrasaba los restos de migajas secas, ningún humano, y sigue haciendo un frío insoportable, hay mucha humedad, tendría que haber aceptado la invitación de la chica, aunque quién sabe qué me hubiese ocurrido si me tumbo ahí, porque al salir de la casa ella no estaba, puede que la haya devorado un león como el que vi durmiendo en la entrada de la iglesia, o puede que un oso polar enajenado se la haya merendado a gustazo, o que un búho feroz planeando le haya arañado el cogote, pero ella escapó y huyó en busca de otros amigos...

¿dónde están todos esos humanos que a ratos tanto me incordiaban?
¿cuándo llegaré a algún sitio tranquilo y descansaré de este delirante desensueño?
¿quién me encontrará y me asustaré y nos reiremos como lelos?


- 22 -

Soy un caracol. No, no soy un caracol, ¿qué? No, soy una hormiga, sí, no, grr, ghagj, me encanta la hierba, njham, engullo hierba fresca y me encanta, soy un chimpancé, no, un humano, eso, sí, soy un ser humano, horfx, está riquísima, sí, soy una cacatúa, un bello en celo, soy un pasaporte, un picaporte, rialfg, no puedo parar, me voy a empachar, soy una ballena sonada, un calamar, me veo, me siento, sé que estoy vivo, que existo, por aquello de que digo, esto no es normal, pero qué digo, esto es un calzoncillo, un calcetín con salsa de aguardiente, una calamidad de vaso ni visto, un medio vacío intenso en todo lo que siento cuando no me puedo ni sentar, estoy tumbado hablando japonés con una avispa encruzada, estoy sacando brillo a los pétalos de rosa fresca que hay empapados por el suelo de este campo dónde me he encontrado un pedazo de ropa tirado bajo una alcantarilla sumergible, hay unos colgantes bellísimos acompañando estos últimos momentos de locura que no puedo controlar, demasiado tiempo de oscuridad, me temí que esto ocurriese y creo que ha ocurrido ya, el puto planeta se ha parado definitivamente y el sol se ha quedado en la otra mitad de la Tierra, mierda, seremos la mitad oscura del planeta y aquí será siempre de noche, mierda, todos se fueron, aquí no queda nadie, mierda, sólo veo grupos de animales dispersos que habrán enloquecido más que yo, van a lo suyo y emigran de aquí para allá sin saber exactamente que coño les dicta el instinto, de aquí para allá, van hacia la luz, hacia el este, claro, aunque quizás fuese más rápido por el oeste, pero quién sabe, unos van para arriba y otros vuelven del revés, yo camino y camino sin saber dónde voy, aún recuerdo quién soy y qué me emociona. Soy un ciempiés, un ñu cabreado que anda en inglés. Arghjhm...

No, un momento.
No puedo despistarme, tengo que llegar a algún sitio, encontrar esas zonas desiertas que la gente quiere alcanzar. Tengo que dar con el grupo de humanos que se fue y no voy a poder seguir si me quedo aquí disipando. Mi estrella. Un brizno de esperanza, un algo, lo que sea, una miga en el camino que me haga volver a soñar, recuperar la ilusión y canturrear cualquier cancioncilla.
Pero no puedo más.
Me he atiborrado de hierba.
Se me cierran los ojos, la cabeza me pesa.
Las piernas no responden a mis contracciones, voy a caerme.
Tengo mucha sed, me bebería un litro de horchata, si tuviese en mi poder un cogollito de marihuana, si pudiese estar en mi cama recién duchadito y limpias las sábanas, tengo muy pocas alternativas, por lo menos hace rato que no me cruzo con ninguna fiera, se han pillado las calles del pueblo y están bien allí, apatrullando, yo también estoy bien aquí, voy moribundo por la montaña y me gusto, esto es una purificación excepcional, necesitábamos algo así, que nos golpeara de verdad, que nos congelara de cuajo las reacciones, algo realmente diferente, me agarraré unas ramas de esa palmera seca y me taparé a dormir un ratito.

Puede que ya no despierte.


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Había momentos en que creía que había enloquecido totalmente, pero también llegaba de golpe la más grande sensación de lucidez que recordaba, y me parecía que más bien la locura era el estado en que había vivido durante el resto de mi vida y que ahora estaba instalado en la verdadera curación total. Todo tenía sentido a mi alrededor, todo encajaba perfectamente como en un preciso engranaje donde cada cosa sabía cuál era su función y cuál el momento de ejecutarla. Todo sabía esperar.

¿Voy a poder alcanzar mi poder?

Hay como un hormigueo subiéndome por los pelos de la pierna, noto como si alguien se paseara deslizándose con diminutos pasos por encima del bello, de pelo en pelo con discretos saltitos; yo sigo tapado por las hojas de palmera y no me inmuto, que sea lo que quiera, que se me coma la entrepierna si quiere, me da igual, no puedo moverme, no puedo pensar, tengo las neuronas inmovilizadas discutiéndose sobre quién debe ser la próxima en reaccionar, te toca ti, no, a ti, no, yo fui la última vez, no recuerdas, cuando llegó el olor de ajo por el subconducto biliar extremo, que tu me dijiste que fuera yo, que me conocía mejor esa zona, y que si no regresaba ya te encargarías tu de la próxima misión, porqué te encanta estar prevenida para mísion, pero regresé y no había llegado nada hasta ahora, que o sea que te toca a ti, ¿no? te toca a ti, seguro, sí, ve, va, ve tu...

Me rasco y es una arañita verde fluorescente, antes era aracnofóbico, ahora tengo hambre y me la zampo de un bocado, glup, me pasaría mejor con un traguito de agua, pero qué más da, que me engullan de una vez, joder, dónde están esas fieras salvajes que se me quieren comer, que vengan ahora, joder, que se acerquen y verán que soy una presa fácil, no voy a ofrecer resistencia, atacadme que os espero, destripadme, por favor, este frío es insoportable, continúo empapado y la noche es muy oscura, y permanente, las nubes se fueron un rato y después volvieron, no disminuyó demasiado la humedad, durante su ausencia, ni la oscuridad, y ya me encantaría no ser, no existir, desaparecer...



A quien me diga que lo sueño le diré que seguramente tiene razón, pero lo estoy viendo. Ahí, en el horizonte, por encima la cordillera, lo veo, es real, es un brizno de luz apareciendo, un principio de amanecer, no me lo puedo mover.

Hubiese jurado que el planeta estaba ya parado, y ahora veo que puede ser que no, que quizás esté aún girando, aunque debe de ir ya a una micro velocidad muy lentísima. No tengo ni puta idea de cuánto puede haber durado la última noche, ni siquiera estoy seguro de que realmente se esté acabando, ojalá que sí, que esa luz que aparece sea de un bonito amanecer que va a llegar de verdad, sí, lo será, ya lo veo, lo será, voy a levantarme y prepararme para recibirlo como se merece. Un tan inesperado e inimaginable amanecer no se puede recibir como si fuese una tontería cualquiera. No, esto no puede ocurrir, vamos a organizarle una fiesta de bienvenida, vamos o montar un buen pollo de verdad, necesita una recepción como la que necesita, y que se emocione y nos conmueva y que se ría un mogollón.


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Hoy, bueno, más bien dicho, ahora, porque siempre es hoy, he recordado una vez que me limpié los dientes, con un cepillo y pasta dentífrica, brutal sensación. Me reiría en la cara de los dentistas, ahora...

He recogido algunas de las ramas de palmera que había por el suelo y las he ido apilando bajo un inmenso pino que he descubierto en un margen vecino.

Hace mucho rato que empezó a amanecer, pero no acabo de ver el sol.

Acabo de decir que siempre es hoy, pero no es verdad, porque si está amaneciendo es que empieza un nuevo día, o así lo entendería yo en otro tiempo, o sea que seguramente eso tampoco tiene sentido, porqué la idea de día está desapareciendo completamente de mi completitud de persona. Se entiende que voy a intentar recordar lo que eran los días, por lo que pudiera ocurrir, pero es que realmente cada vez se me hace más lejana esa noción y no logro recordar qué era o significaba un día. Pero me gustaban, los días, eso sí puedo recordarlo, que me gustaban...

Voy a construirme una cabaña en el pino éste, estaré más seguro si consigo fabricarme un pequeño refugio entre sus ramas, sobretodo si vuelve a aparecer algún bicharraco despistado buscando carne fresca. Según qué animal se subirá al árbol más fácilmente que yo, lo sé, pero los más peligrosos creo que ni lo intentarán. Y desde ahí contemplaré tranquilo la suave luz que amanece. Necesitaré todas las hojas de palmera que encuentre, a ver cómo puedo hacer un tejado, y maderas, muchas maderas, no sé de dónde sacaré unas cuantas de guapas para hacerme el suelo y lo que haga falta. Volver al pueblo sí que sería una locura, ahí se ha instalado toda la animalada mayor, pero seguro que si doy una vuelta por estos parajes algo descubriré que me convenga.

Este principio de amanecer me ha devuelto las ganas de hacer cosas y la sensación de que todo puede ser encantador. La mínima luz que reina en el ambiente se hace muy agradable, y la temperatura empezó a subir hace un rato. Me haré unas cuerdas y una escalera, saldré a cazar por los alrededores y comeré como es debido, y, quiera o no, sé que voy a tener que cometer la imprudencia de volver al pueblo, por lo menos a por un cuchillo o un hacha, cualquier herramienta básica que me ayude, si no aquí no se construirá cabaña ninguna. Y fuego, debo conseguir fuego, un encendedor, una caja de cerillas, una lupa de náufrago, lo que sea.

Termino de llevar esas hojas de palmera al pino y salgo a ver que encuentro por ahí.

Me duele la muela otra vez, si de camino por el campo me encuentro un dentista le pego el triple de lo que me pida para que me arranque la dentadura completa.

Puede que el amanecer se haga definitivo, permanente, y eso sería genial, o no, pero de momento la fiesta de bienvenida está siendo un éxito total, si es que ya ha empezado, cosa que no sé, pero creo que sí.


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Menudo aburrimiento, esto está muerto.

Ando por márgenes y terrazas y está todo hecho un asco, he empezado a adentrarme en una zona pantanosa, primero sólo era un pedazo de tierra mojado a trozos, y sin darme cuenta el agua me llegaba ya por los tobillos, vaya peste mete esto. Me vienen arcadas, creo que ya he vomitado dos veces, y no sé si es por el hedor ambiental o porqué hace mucho que sólo me alimento de hojas de hierba, cosa que puede haberme afectado, carnívoro de formación como somos mi cuerpo y todo mi yo. Me he perdido, juraría que tiempo atrás, antes de que todo esto empezase, había estado por esta zona, pero por supuesto nunca hubo aquí ningún pantano. Lo que más me aterroriza es que no veo el fondo y cada vez se hace más hondo, me llega el agua a mitad del gemelo, media pierna sumergida en el fango no es nada, he visto una roca y voy a alcanzarla, me subiré y que se me sitúe el instinto de nuevo, pero ya me llega por la rodilla y aún estoy a más de doce metros de la piedra que se alza erguida y valiente en medio de este enfangado pedazo de historia. ¿No había aquí un torrente que conectaba con la riera principal que era la arteria fluvial del sitio? No, aquí no era, debía ser detrás de aquella colina, sí, estoy desubicado, no reconozco el maldito paraje y ¡agh! qué es esto, algo me ha rozado viscosamente la pierna, dios, eso no, una serpiente acuática no la resistiré, al menos tengo que llegar a la roca y allí ya pienso algo para salir del berenjenal. Ahí está, tres pasitos más y la alcanzo, dos, un¡ergh! me ha vuelto a tocar, socorro, aquí está la roca, mi isla, un refugio momentáneo en medio del podrido pantano.

A ver, que me sitúo, ahí está el este con su amanecer, vale, o sea, que el norte está ahí y el pueblo por ahí. Perfecto. Ahora sólo tengo que pensar una manera de salir de aquí en medio. Si lo veo bien, por la altura de las plantas que sobresalen del agua, parece que de aquí al otro lado es todo igual de fondo, debería atreverme a volver a meterme y llegar hasta el extremo más cercano, cosa que me dejaría justo debajo del olmo donde empieza el antiguo camino a la colina. Pero no me veo capaz, vuelvo a vomitar sólo de recordar el tacto de esa serpiente, o lo que fuera, vomito vómito verde sobre el agua roñosa que me rodea, me encuentro fatal, totalmente impotente, me será imposible salir de aquí si no es volando, y de momento no me suena haberlo conseguido. Me tumbo incómodamente sobre la piedra, no tiene más de un metro de superficie y es terriblemente abrupta. Estoy llorando a llanto tendido de pura desesperación, no saldré de ésta, hay como sesenta metros hasta el puto olmo y de verdad que no veo cómo podría recuperar la valentía necesaria para hacerlo. Tengo que enfrentarme a mis miedos y fantasmas y lanzarme a caminar por el agua más turbia que vi jamás, sesenta metros de valor para llegar al olmo debajo del cual estoy viendo algo ahora mismo, qué diablos es esa silueta que ha aparecido en la orilla del pantano, parece un jinete montado en una especie de... ¿qué? No puede ser, pero sí, lo veo, hay alguien montado en una cebra, alguien que me ha visto y se adentra vigorosamente en el pantano con paso firme el animal y erguido el cuerpo del jinete.

Vienen hacia mi.


- 26-

Son sesenta metros, quizás setenta, pero se me hace eterno.

¿lo estoy viendo bien?

Sí, es increíble, ahí está, una cebra con alguien montándola acercándose a través del pantano, dirigiéndola entre los hierbajos y rudas plantas que aparecen bajo sus pasos, esquivando los obstáculos que salen a su encuentro, tropezando, la cebra ha resbalado pero no llega a caerse, robusta se alza y recupera la marcha bajo la conducción de un ser humano, miro esa persona al lomo del animal, no distingo su contorno, demasiado lejos, a duras penas media cara, pero me fijo bien, porqué se está aproximando, la observo a unos treinta metros de mí y parece que... no, pero no puede ser ¿puede ser? sí, es ella, ¡es la muchacha que había en el jardín de mi mapa!

Se acerca montada en una esbelta cebra que la lleva hasta mi piedra vomitada y mirándome tranquilamente me tiende su mano.

Estoy desconcertado, me mira fijamente y callada, pero evidentemente no dudo en asirme al brazo que me ofrece y me subo a la cebra detrás de ella.

Intentaría musitar un gracias o cualquier tontería amable que consiguiera pronunciar, una estupidez sin sentido, un gargajo sonoro que saliera cómo quisiera, pero llevo mucho sin hablar y no me sale nada.

Es igual.

Ella me regala una media sonrisa girando levemente la cabeza y tumbándose de nuevo al frente sigue a las riendas, que descubro que están hechas con tiras de ropa atadas. Bajo nuestros culos, sobre el lomo del animal, una toalla de playa. Ella viste de saco y huele muy bien.

Parece imposible.

Pero es real, aquí estamos llegando a la orilla, debajo del olmo el camino aparece bajo nuestros pies empezando a subir la colina, en un paso firme, tierno, la cebra valiente camina con sus rayas y jadea, yo me hincho a no poder más respirar.

¡Qué dulce fragancia del pelo de esta mujer!

Pero me desmayo, me estoy cayendo en su hombro del agotamiento que me domina...

Ella parece entenderlo, ya que no sólo no se ha molestado al notar mi peso sobre su piel, sino que además ha sacado de no sé dónde un pedazo de mantel de algodón finito, con girasoles y rayas verdes y rojas, y doblándolo cuidadosamente con una sola mano, pues la otra seguía gobernando al africano animal, ha construido una almohadilla que ha situado bajo mi cabeza pesante encima de su hombro izquierdo, desde donde el roce de sus cabellos me ha vuelto a llevar este inimaginable olor que me ha acompañado hasta el confín de mis sueños.


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Un leve sonido, medio abro los ojos entrecerrados.
La luz es tenue, no sé dónde estoy.
Aroma suave, me veo tendido en un lecho bien hecho.
Ah, y allí llega ella, me voy despertando, empiezo a distinguir las formas que me rodean, estoy como en el interior de una cueva, ahora lo veo, con su puerta natural a un lado por donde veo el rosa de las nubes del amanecer en que vivimos. Me siento bien, estoy limpio y seco, incluso voy como peinadito y suave, no sé cuánto habré dormido pero ahora se me acerca esta mujer tan bella con un recipiente en sus manos:
- Toma, bebe
- Mmmmmh... - está calientito y riquísimo, sabe a estar bien.
Y entonces ella se sienta a mi lado y se arranca a contarme toda su historia desde que empezó la desaceleración planetaria, de cómo llegó a su pueblo una increíble plaga de topos, que primero alguien había confundido con castores, ya ves tu, y de cómo la gente empezó a enloquecer con las temibles manadas de topos rodeándoles y haciendo travesuras por doquier, y resulta que llegaron noticias de que la plaga era inmensa, que en varios pueblos de los alrededores también se estaban dando múltiples casos de personas que llevan bastante tiempo como desorientados, por todo lo que está pasando, claro, y en muchos momentos el cerebro empieza a fallar y las neuronas te juegan malas pasadas, porqué se vieron distintos tipos de humanos enloquecidos que se creían topos, hasta ella misma había visto a su hermana mayor haciendo el topo en la playa con un pingüino, que iba disfrazado de barca de pescador, pero que en realidad era un pingüino, porqué los pingüinos usaban trajes de barca, todas aquellas barcas tumbadas en la arena, todos esos topos haciendo el loco y creyendo que son humanos, porqué son humanos, pero son topos, o quizás no, pero ellos se lo creen y actúan como tal, han perdido totalmente la cabeza, incluso hay uno que ha inventado unas gafas para ver los pingüinos sin el traje de barca, dice. Por suerte algunos humanos lograron escapar de la epidemia de topía que afectaba la región, y temerosos de que con el tiempo les pudiera afectar el contacto con aquellos sus semejantes, llegándoles a ocurrir lo que a ellos, decidieron emigrar hacia el este, pues mucha gente decía que el planeta se había parado y que hacia el este había la luz, porqué todo esto estaba ocurriendo en la más profunda oscuridad de la larga noche que pasamos, que yo creo que favorecía la reacción de locura y toposidad en los distintos topos y pingüinos que nos rodeaban, pero yo no podía irme con aquel grupo de humanos, no podía dejar a mi hermana la mayor ahí haciendo el topo, la había visto crecer a mi lado, juntas habíamos pasado un montón de ratos y jilipolleces, y aunque ella ya no lo recordara, yo sí, así que le dije al grupo emigrante que empezaran el éxodo sin mí, que ya les alcanzaría. Y ahí me quedé con mi hermana, vigilándola de lejos, porque si me acercaba demasiado me gruñía y me amenazaba, hasta llegó a arañarme cuando me atreví a intentar acariciarla, ya no me reconocía, yo misma empezaba a verla como un topo, realmente no tenía mucha opción, cuando se acercó a un pingüino y montándose encima salió hacia el mar decidí olvidarla como humana e inicié mi viaje. No sabía muy bien hacia dónde habían ido los otros, así que me dirigí a las montañas y ahí fue cuando pasé un rato en la casa de los aguacateros, intentando esconderme de los animales que había por todas partes, aunque nisiquera estaba segura de que fueran reales, hasta dudé de que tú fueras real cuando saltaste del árbol, me desconcertaste y me fui muy espantada, corrí y corrí hasta que di con una antigua casita de payés en medio de un campo, con todo este ajuar de emergencia que tanto servicio me ha hecho y que tanto me ayudó cuando conocí a Zebra, mi cebra, con la que te rescaté hace unos ratos de en medio del pantano.



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Cuando aquella mujer acabó su delirante relato se me había enfriado la infusión y me descubrí sumido en una profunda confusión. Su historia era increíble, casi no alcanzaba a entender claramente todo lo que estaba intentando asimilar. Pero ella me dijo que no había tiempo que perder, que si me encontraba mejor y ya me había recuperado un poquito debíamos partir cuánto antes hacia el encuentro de aquella su gente. Mi cabeza estaba como obturada, la suya parecía funcionar con mayor claridad, de modo que no dudé en aceptar su propuesta, que por supuesto debía de tener una idea clara de lo que era mejor para los dos en aquel momento. Me levanté obedeciendo sus palabras que con énfasis me decían que me tomara la infusión, que fría también me afectaría, y tambaleándome salí de la cueva descubriendo que en realidad era el interior de un gran árbol. Que bien. Ah, y ahí está la cebra esperando. Aún a pesar de los cuidados que aquella bella dama tuvo con mi cuerpo, todavía estaba débil, así que me dijo que montara yo el animal, que ella lo guiaría. Sería largo aquel día.

Íbamos travesando antiguos campos de cultivo ahora abnegados y caminábamos por caminos inexistentes en medio de la nada; después empezaba a aparecer algún árbol solitario con cuatro matojos entre las pocas rocas que habitaban aquel desolado lugar; subíamos un pedazo de montaña más y ahí la vegetación nos iba rodeando, de repente estábamos en medio de un frondoso bosque, hojas y troncos allá donde mirase, y esta mujer, y esta cebra, me pareció ver algo en el cielo, una luz brillante, se esconde entre lo verde, se aclara un poco el boscaje y allí está mi amiga, curvadita detrás de unas hojas... lo que más me gusta de la luna son las palmeras...

Aquella constante luz de amanecer hubiese podido ser también de un atardecer. Caminábamos en silencio, ni se me había ocurrido hasta aquel instante preguntarme cómo se debía llamar la chica. Intenté recordar mi nombre, también me costaba. No me sentía del todo ahí, la confusión dominaba mi ser, pero físicamente no me encontraba tan mal, hasta me iba a atrever a bajarme de Zebra y caminar cuando ella me dijo:
- Espera un momento aquí, creo que ahí detrás hay un río, miraré si podemos cruzarlo.
No estoy tan loco, le dije que sí, pero en seguida até la cebra a un árbol y la seguí.
¿pero qué hago? me arrastro entre las hojas secas intentando divisar a la musa que me salvó del final, intento espiar lo que hace desconfiando no sé por qué, y además no la veo..., ahí está el río, sí, bien, y ella... ah, mírala, ahí está tratando de poner un tronco para pasar a la otra orilla. Ya sabía yo que no tenía de qué preocuparme, no sé qué me ocurre, como cuando tenía tantas dudas. Bajaré a ayudarla.
Cuando estoy a punto de llegar a su lado me para con un gesto seco.
No me mira, sus ojos están pendientes de algo que debe haber al otro lado del río. Desobedeciendo ligeramente su orden hago medio paso a mi derecha, con mucho cuidado, y descubro en la otra orilla un oso bruno, un caribú, agachado sobre el agua dispuesto a pescar. Un oso impresiona mucho, sobretodo a menos de tres metros. Por suerte las reglas de relación están clarísimas: nada de sorpresas o actitudes amenazantes, habla flojo, no le mires a los ojos, no marques tú las distancias y sobretodo mantén la calma. Aun siendo carnívoro, un caribú puede sobrevivir comiendo sólo hierba. En un día se puede llegar a comer 100.000 bayas, cuyas proteínas son muy importantes para hacer buena leche.
Mi amiga lo sabe y retrocede lentamente hasta dónde yo estoy, me da un largo abrazo y tengo la sensación de que esto había ocurrido ya. En menos de siete momentos estamos caminando con Zebra otra vez, y su mano coge la mía. Me encanta que ella sonría.



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Si hay un río con un oso en medio del camino que queríamos tomar, damos la vuelta y giramos por un desnivel para bajar por el monte. No pasa nada, iremos hacia otro sitio. Cualquier dirección puede servirnos. Ella me cuenta que el caribú es un oso que se sabe defender, ya que cuando antiguamente se instalaba en un sitio podía ser que estuviese habitado por lobos, tigres y leones, de forma que sólo sobrevivían los más ofensivos. Una vez vio un oso tratando de cenar mientras cuatro lobos intentaban quitarle la presa. Todo eso me lo cuenta ella mientras vemos aparecer en el cielo un enorme pájaro verde, cuya piel es como de reptil, no tiene plumas, pero sí una gran cabeza con enormes orejas y ojos de rabia, sus alas desplegadas nos empiezan a hacer sombra mientras se nos acerca volando, es inmenso, parece como un animal prehistórico, un híbrido, un dragón medieval, y se nos quiere tirar encima, la chica me coge de la mano y tira de mí hacia debajo de unos árboles que hay ahí al lado, Zebra se va corriendo en la otra dirección, el pajarraco ha aterrizado pero no nos ve, sigilosamente caminamos hacia atrás intentando no hacer el menor ruido, miro que no haya bajo mi pie alguna rama como la de las películas que recuerdo que miraba en mi casa, por suerte no hay ninguna y el ave parece que se haya olvidado de nosotros, otra vez la sensación de que esto ya lo he soñado, pero esta vez no es un sueño, ahí está, la hija de puta, nos ha visto y vuela raso hacia el extremo de la clariana dónde aterrizó, trata de penetrar entre los árboles pero su tamaño se lo impide, ha chocado varias veces contra uno y otro tronco, no se da por vencida, ruge y gime con fuerza mientras nosotros nos alejamos corriendo como locos entre la espesa vegetación, creo que me ha pinchado algo en la planta del pie, pero imagino las pezuñas del depredador atravesándome y no me duele nada, corro y corro detrás de esta chica hasta que damos de nuevo con el río, es ancho y hondo, sin mojarnos no lo vamos a cruzar, pero ahí se acerca nuestro miedo rompiendo troncos a golpes con su paso feroz y sin vacilar, debe tener mucha hambre, sino no sé qué le pasa, la chica me mira y haciéndome un gesto con la cabeza se tira al río, la sigo nadando con toda mi fuerza y salimos al otro lado. El ave nos mira desde su orilla, no sabe nadar, se ve por sus torpes zarpazos sobre el agua que la moja y se va, trata de volar pero se hirió al cruzar el bosque con los trompazos que se dio contra los árboles, la furia la dominaba, y ahora parece habérsele duplicado por la frustración de no poder desplazarse. Grita más fuerte que nunca y nos ve marchar en silencio y con paz. En unos pocos pasos aparece Zebra caminando tranquila, nos mira como si nos hubiese estado esperando largamente y la vemos mear antes de retomar el camino. Fue una suerte no perder las cositas que lleva en sus alforjas de bambú, es mucho más agradable caminar sequito que todo empapado, y mientras me paso el trapo por la espalda noto que me estoy estabilizando mínimamente, recuerdo que dudé de mi amiga, recuerdo que antes también dudaba, y recuerdo lo que pensaba a veces cuando se me aparecía una duda porqué tenía que tomar una decisión y parecía tener dos opciones, una más segura pero también más aburrida, y otra más real pero más peligrosa, más arriesgada aunque más emocionante. Como iba de aventurero creía que me gustaba ésta, sobretodo por su alto contenido emocional, pero también tenía miedo y me molaba la tranquilidad de la otra. Al final nunca sabía cuál había escogido y siempre acababa siendo la realidad misma, la propia vida en movimiento, el azar de cada momento, lo que me llevaba a estar ahí pensando todas aquellas tonterías. Y justo estaba yo recordando todo esto cuando no sé ni por qué ni cómo, no sé de dónde me vino, pero ella se acercó mirándome tierna y lasciva y me mordió los labios deshaciéndose en suspiros y besos y me resbalé entre sus goces y gemidos.


- 30 -

Quizás esto no es lo que yo hubiese querido que ocurriese, o quizás me hubiera gustado hacerlo de otra forma, pero no sé hasta qué punto podía sentirme responsable de nada. Pensé que estábamos cerca de conseguir perder toda sensación de responsabilidad en la toma de decisiones y en la forma de realizar nuestros actos, lo que nos acercaría enormemente a la auténtica y preciosa libertad.

Sin demasiada prisa ni palabras habíamos estado caminando por valles y desiertos durante muchos ratos, el sol nunca se vio, siempre aquel constante amanecer, aunque nos habíamos parado en multitud de ocasiones para descansar y recuperar nuestras fuerzas. Nos habíamos reído, mirado, amado, pero ya casi nunca hablábamos, era suficiente eso, la mirada, la intención, y lo teníamos clarísimo. Andábamos y comíamos, estábamos conectados. Era eso lo que hacíamos, y ya bastaba. Nos sentíamos felices y normales. Lo veíamos. Lo sabíamos. Nos hubiésemos podido quedar así eternamente y no habría pasado nada, ni lo habríamos notado, no necesitábamos más.

No sé cuánto tiempo estuvimos así, vagando por lugares y parajes hasta que un día al alcanzar la cima de una carena vimos algo en la pradera que se abría bajo nuestros pies. Era algo distinto a lo que en varias ocasiones vimos en algunos pueblos y ciudades que habíamos travesado al encontrarlas en nuestros vagabundeos, donde la presencia de cualquier ser humano era siempre nula. Pero ahora, ahí, delante de nuestras narices, un poblado de casas de paja y otra cosa que no sé qué es, con una multitud de gente paseándose por ahí, moviéndose, y algunos tan bien parados y sin hacer nada.

Ella y yo nos miramos, brillan sus ojos, casi sonreímos pero hay duda en nuestras intenciones. Miramos a Zebra, que come hierba y defeca, nos volvemos a mirar.
La aldea está a tocar, sólo tendríamos que bajar unos cien metros de ladera con florecitas y estaríamos allí, con humanos de verdad como los que tanto llevamos sin ver.
Pero dudamos.
Cuando yo era inventor ya hubiese empezado a pensar en inventar una solución, después creí que era mejor descubrir, porqué la solución ya está ahí flotando y lo único que debes hacer es descubrirla. Más tarde noté que era lo mismo descubrir que inventar, Quizás éste fuera mi mayor descubrinvento.

Estamos a punto de decidir pasar de largo sorteando la carena e ir hacia otro lugar, pero de repente oímos gritos y voces. Nos han visto y nos hacen señas.
Nos volvemos a mirar, no hay nada qué hacer, claro, vamos a bajar.
¿Nos podremos comunicar?
Llegamos y nos hablan, entendemos lo que nos dicen pero los miramos en silencio.
Ellos insisten en preguntar quiénes somos, de dónde hemos salido, qué hemos hecho...
Nosotros permanecemos callados pero sonrientes en la desubicación que nos produce el choque de aquel encuentro. Miramos aquí y allá impactados.
Cuando logro calmarme y tranquilizándolos consigo pronunciar unas preguntas me parece que entienden que les hablo de una estrella en la que creemos estar.
Un anciano se adelanta y me comunica que nos encontramos en la albada del día 29 de febrero del 2008, oficialmente decretado como fecha total, final y permanente del planeta.

Y nombre.